¿Qué quieres tú de mí? ¿Y qué demonios se espera?
Uno empieza a escribir, no en otoño, en primavera,
y los versos se desbordan como la tormenta
agita un piélago remoto- ah, ¡y trasparenta
el alma! No es orgullo, sino furiosa juventud.
Porque eso es poesía, una rebeldía
secreta que persiste, insiste hasta la senectud
cada vez más débil: la genuina esperanza.
Es la vida misma. Del espíritu es la danza.
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