No escribimos poesías para Dios,
Ni para una Idea, idea pasajera;
No hay un verso que lleve delantera
a su autor, pues son una misma cosa, y no dos.
El verso, como un modo espinosiano,
es en mí, y –desengañaos- no expresa más
al poeta que su andar, u otras minucias.
No escribimos “para un tiempo lejano”…
Ante todo, no escribimos para nada.
Hay que truncar la idea de que escribir
tiene su fin, para mí, su coartada.
El Arte, escrito así, es un mero decir.
Toda verdad digna de ser buscada
-de ser creada- se encuentra en devenir.
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